Víctor Rodríguez descree del hiperrealismo
04 Mayo 2016 - 5:00AM
El Financiero
El pintor mexicano Víctor Rodríguez llegó a Nueva York en 1997
después de haber enviado más de mil cartas con fotografías de su
trabajo a diversas galerías, hasta que recibió una respuesta que le
dio un giro de 180 grados a su vida, convirtiéndose en el líder de
la nueva generación de artistas hiperrealistas.
Víctor Rodríguez, un pintor mexicano fundamentalmente autodidacta,
llegó a Nueva York en 1997 después de haber enviado más de mil
cartas con fotografías de su trabajo a diversas galerías, hasta que
recibió una respuesta que le dio un giro de 180 grados a su vida,
convirtiéndose en el líder de la nueva generación de artistas
hiperrealistas. Desde unos cuatro o cinco años antes de llegar
aquí empecé a mandar por correo, a principios de los 90,
fotografías de mis pinturas, cartas y demás a todas las galerías
que veía y copiaba sus direcciones de revistas de arte, recuerda
Rodríguez desde su estudio en el barrio de Dumbo en Brooklyn,
ubicado en una de las calles más fotografiadas de Nueva York. Fue
entonces que, cuenta, lo contactó el fallecido Ivan Karp, fundador
de la galería Ok Harris y director de la prestigiosa galería Leo
Castelli en los años 60, cuando despegaron las carreras de artistas
del movimiento pop con Andy Warhol al frente. Él me mandó una
carta diciendo que le interesaba; vine a Nueva York, le llevé mi
trabajo y le gustó, y a la semana ya tenía una exposición
programada, explica Rodríguez. Me compró obra y gracias a él fue
que me pude quedar aquí. Sus pinturas, en las que ha utilizado
como modelos a su exesposa, a su hija y a sí mismo, se han exhibido
no sólo en Estados Unidos, sino también en Europa, Sudamérica y
México. También en el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego y el
Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, entre otros recintos.
Toda su obra consiste en acrílicos sobre tela cuyas imágenes son
producto de un montaje, explica. Mi proceso empieza con una
especie de escenificación en la que hay, digamos, actores; una
especie de teatro falso. Ninguna de las fotografías que tomo son
momentos espontáneos de mi vida. Primero captura la escena para
utilizar ese registro no como una copia, aclara, sino como una
referencia que posea la información necesaria para generar una
pieza de características realistas. Quiero que sea algo
reconocible con lenguaje fácil y universal, puntualiza. Pese a ser
un referente del hiperrealismo, el artista rechaza que su trabajo
encaje en esa categoría. (El término), para mí, confunde al
espectador al tratar de engañarlo diciéndole: ésta no es una
pintura, es una ilusión óptica; yo nunca he tratado de hacer esto.
Y no tengo nivel técnico para hacerlo, sostiene Rodríguez. Su
exposición individual más reciente fue en l GE Galería en Nueva
York, bajo el título God Complex (Your Father is Dead), en la que
reflexionaba sobre el significado de la mitad de la vida, como hizo
en su tiempo el poeta Dante Alighieri en La Divina Comedia, pero
Rodríguez lo hace a través del género de la vanitas, que alude a la
inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la
muerte. Siempre que se ve un cráneo en una pintura, generalmente
ésa es la idea: es el retrato de todos, es el único punto que todos
tenemos en común, no importa que tanto éxito o dinero tengamos o no
en vida, al final de cuenta todos vamos a acabar igual, dice sobre
sus obras. Se siente satisfecho por sus logros, aunque reconoce que
no fue fácil abrirse camino en México y en Estados Unidos ya que
nunca estudió arte. Siempre estuve un poco fuera de mi generación,
que creció con otras influencias y otras estéticas. Si hubiera dado
un brinco de 1994 a ahorita, sería increíble; pero no fue un
brinco, fue un proceso, gané en algunas cosas, perdí en otras.
Roberto Estrada